El director M. Night Shyamalan vuelve a estrenar película para intentar remontar el vuelo tras su mala racha con filmes bastante flojos, como "Airbender, el último guerrero" (2010) o "El incidente" (2008). En este caso lo hace entrando en la ciencia ficción de la mano de Will Smith y su hijo Jaden Smtih, al que su padre continúa tratando de convertir en estrella. La historia está casi totalmente centrada en el papel de Jaden, quedando Will Smith en una especie de segundo plano. Ocurren dos cosas: una que el papel de Will, seco, serio, frío, no termina de convencer ni encajar con su imagen habitual y que su hijo no deja de poner la misma cara triste, asustada y con la frente arrugada durante toda la cinta -excepto en un momento del filme en el que parece que por fin sí que es capaz de cambiar algo el registro-. La trama es algo lenta durante bastantes momentos y el director no logra que empaticemos ni nos metamos en los sentimientos del protagonista, ni que nos creamos las razones de esa distante relación paternofilial que nos narra. Los factores positivos son sin duda los magníficos efectos especiales, los impresionantes escenarios naturales y la banda sonora que los acompaña. El resultado es una película entretenida aunque esperábamos algo más.
Nota: 6 (de 10)
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