El director Nicolas Winding Refn que nos sorprendió a todos con su magnífica "
Drive" en 2011, vuelve a ponerse la gorra de rodar y nos ofrece esta cinta contando de nuevo con Ryan Gosling de protagonista -que repite personaje atormentado, silencioso y pensativo-. Hasta ahí perfecto, salvo que esta vez el director danés ha intentado rodar un filme de estilo muy oriental -incluso los títulos están escritos en tailandés- y la cosa parece habérsele escapado ligeramente de las manos. El modo de narrar es efectivamente el de ese tipo de cine, con muchos silencios, miradas, escenas largas, caras taciturnas y todo ello retratado con una fotografía oscura, con muchos rojos y negros, llena de contraluces e iluminaciones sombrías. Lo malo es que todo ello nos hace pensar en un exceso de pretenciosidad imperdonable que junto a algunos momentos increíblemente surrealistas y a otros de violencia algo extrema, hace que el conjunto deje un poco que desear. Ni siquiera el aporte de la gran Kristin Scott Thomas -que trabaja estupendamente- es capaz de salvar los muebles de esta producción de la que esperábamos mucho más. Una lástima. Seguiremos esperando una película de este autor que nos devuelva a los buenos momentos vividos con "
Drive".
Nota: 6 (de 10)
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